Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

domingo, 13 de agosto de 2017

LA ÚLTIMA NOCHE DE LORETO

El viernes día 4 de agosto Loreto estaba regular. En la habitación que sostiene la hermandad de la Macarena en el Hospital de la Caridad, uno de los capataces con más personalidad de todos los tiempos se encuentra echado en la cama con la máscara del oxígeno. Llega su hermano Felipe, el chico y su cuñada Dulce Pereda. Han llamado al 112 pero le dejan allí. Tiene algo de ánimo como para cantar por Manolo Caracol, su padrino, y para tomarse un helado. Cuando despierta el sábado la situación había empeorado. «Estaba -dice su hermano Felipe- como el Cachorro, con la mirada hacia arriba, casi sin poder respirar» El 061 le manda al Virgen del Rocío en cuyo departamento de observación ingresa. Allí el Doctor Lara le deja a la familia una habitación. En la mañana del sábado día 5 su hermano Felipe le coge la mano. «Miguel, si me escuchas, aprieta» No apretaba. «Venga, como si fuera el llamador de un paso, tos por igua, a esta es» Y Miguel entonces levantaba la mano de su hermano. Ahora sí. En la noche del sábado ya hay poco que hacer. Le sedan. Le acompaña su hermana Dolores, que ha sido la que le crió y su cuñada Dulce. Empezaba Loreto su último sueño.

Sueña con su padre que llegó a Sevilla desde Jerez. Era gitano. En Sevilla tiene cuatro hijos, Dolores, Manuel, Miguel y Felipe. Los dos últimos nacen en la calle Vírgenes. Al poco, se van a la calle Macarena esquina con San Luis 140 donde abren una pescadería. Después tendría en el Mercado de la calle Feria siete cuartelás. Ese es el territorio de su infancia. Juega en el atrio con Pilato el perro de Abelardo el capillé. Le apuntaron en la Macarena en 1953. Tiene ahora el número 241. Estudia en la Escuela Francesa y en San Francisco de Paula. Pero no era lo suyo. Su padre le dice que se vaya con él a trabajar en el pescado. Tampoco era lo suyo. Se queja de que hay que madrugar. Por eso su padre le hace dormir en la furgoneta con la que iban cada mañana al Barranco.

Sueña que está desfilando vestido de armao. O con el único año de costalero. O cuando en 1979, como recuerda su costalero David Medina le piden que acompañe a Alejandro Olleroen el martillo del Sentenciado, a él que no había sacado ni una cruz de mayo. «Eso es -dice su sobrino Bosco Gallardo, porque el Señor le eligió» Sueña con esas noches que duraban días con Carmina, Camarón o Curro Romero. Y con los dolores de rodilla que le provocaron una retirada lenta de su cuadrilla en la que estuvo 33 años, la edad de Cristo. En 2012 dio la última llamada y ahí empezó su declive físico y anímico. Años después tiene que irse a la Caridad. Salía en busca de su solera, de la cerveza o de lo que fuera. A veces cogía un taxi, tuviera dinero o no, para ir a la Basílica. Soñaba con ese martillo del Prendimiento de Jerez que nunca pudo coger…

En la mañana del domingo día 6 su familia y uno de sus cuidadores, Antonio Solís esperan el final. Muere a las dos menos cinco. Su hermana Dolores saca el tema del furgón fúnebre y Felipe propone que sea un carro con dos caballos el que lleve a Loreto a la Macarena y lo pasen bajo el arco. En la misa no se cabía. Los costaleros cogen el féretro y lo llevan al Sentenciado. En una corona de flores su frase lapidaria «si ustedes no habéis visto a Dios esta noche, es que estáis ciegos». Lo incineran pero no lo han podido depositar en ningún lado. Y ahí sigue en casa de su hermano Felipe a la espera de llevarlo al panteón junto a sus padres. «Yo le digo, por lo menos aquí estás fresquito…»

Al resto de los mortales nos hubieran hecho falta cuatro vidas para vivir lo que vivió Miguel Loreto.

Por JOSÉ CRETARIO.

lunes, 19 de junio de 2017

III RUTA PALISTA.

“A 17 días del mes de Junio del año de 2017 y tras infructuosos días de tensa espera, las inmortales legiones palistas volvieron a tomar la ciudad, en lo que se denominó la III Ruta Palista: Meridiano geográfico: Puerta Jerez – Macarena… las distancias se acortan en su tercer año triunfal…”
Así podríamos comenzar, como el pasado año, la crónica marcial de la toma de las llaves de una ciudad por un ejército de casacas blancas, de lo que se denominó “III Ruta Palista” o lo que es lo mismo, la que el pásado sábado daba comienzo junto a la fuente de la Puerta Jerez, frente a la mismísima Casa de los Guardiola, pasando por la remozada Casa de la Moneda, visitando el “sagrario” de Tomás de Ibarra y el Arco del Postigo, postrándonos ante la Torre más flamenca de España, recorriendo Mateos Gago hasta la sevillana Plaza de Santa Cruz y Puerta de la Carne, subiendo por el muro los Navarros hasta el Corral del Conde, avituallarnos en Quitapesares tras honrar la memoria de otro Palista como fue Pepe Peregil, para adentrarnos por la Encarnación y Regina hasta San Juan de La Palma, refrescarnos en el oasis rancio del Vizcaíno y continuar por calle ancha de la Feria, Relator y Parras, hasta pasearse ante las rancias ruínas de Casa Cornelio, aquella mítica taberna de la Sevilla Roja, frente al arco macareno, destruida a cañonazos en el 31, lugar donde hoy, paradojas de la vida, habita la que con su entrecejo hace hablar hasta las piedras, como diría Rafael de Gabriel y terminando ésta bendita locura, junto a la ojiva desgastada de San Julián.

Muchos fueron los compañeros que, a pesar de los 40 grados a la sombra que caían a la 1 de la tarde en la ciudad, no dudaron en homenajear al más grande trovador que ha tenido Sevilla en su historia, con alegría en el semblante, compás en las gargantas y presumiendo siempre de sentirse palista. Pocos cronistas de la ciudad hispalense, por no decir ninguno, han sabido retratar el alma de ésta tierra como lo hizo nuestro querido Pali en las letras de sus sevillanas. Poco a poco los políticos de ésta mariana ciudad, aunque sea desde la nostalgia y tras muchos años de espera, va devolviendo al Pali, su hijo predilecto, todo el amor y cariño que éste le profesó a lo largo de su vida.
Cada día estoy más convencido que ser “Palista” es caminar por la vida derrochando el arte y la gracia fresca e insolente de la que siempre hizo gala D. Francisco de Asís Palacios Ortega. El Pali siempre dijo las cosas por su nombre, aun corriendo el riesgo de sentirse a veces, un incomprendido, justamente todo lo contrario que aquél Sr. barbudo de la calle Santiago, que tenía to la gracia y el chiste de la gente de Palencia, con perdón por los amigos palentinos y “señor”, por decir algo y es que “vivíendo” éste personaje, en un lugar tan emblemático como el famoso “Corral del Conde”, de sevillano de arte a carta cabal, tenía lo mismo que yo de kurdo o de masai, o sea nada. Qué manera de ensuciar la memoria histórica del alma de Sevilla y que forma de señalarse ante los palistas, fieles testigos de las páginas más gloriosas del costumbrismo sevillano, una ciudad que como bien recalcó Romero Murube, se vive hacia dentro y no hacia fuera. 
-“Paco, te juro que en ese preciso instante, mire a los cielos en aquél maravilloso corralón florido y recordé esa gran sevillana tuya que decía…  -Sevilla tuvo hace años esa gracia sin fronteras, que hasta se morían de risa los Hércules en la Alameda”… y pensé que llevabas razón, que esto se nos escapaba de las manos… que mi Sevilla del garbo y el ingenio estaba muerta y que ya no se estában riendo los Hércules en la Alameda”, pero mira por donde, recordé la gracia, sin par, de aquella buena señora ataviada de arte en la Freiduría Puerta la Carne, que al son de “Malena mía”, se daba una vueltecita bailando por bulerías. Ole usted, Señora y recordé con cariño también a aquellas tiendas en el Barrio de Santa Cruz que nos recibían, en la puerta de sus negocios con una sonrisa en los labios y aquellas vecinas de la calle Castilla, el pasado año, bailando y jaleando a la comitiva desde sus balcones… que arte más grande, esa es la pura sevillanía y la gracia pajolera de esos personajes a los que El Pali, siempre les cantó. Como Mari Pepa, Sebastiana, Baldomero y Rosalía, los que quitándose el hambre a pellizcos, se iban al Rocío poco menos que con lo puesto. Ese es el espíritu al que tenemos que aferrarnos los palista, el de aquellas cruces de Mayo y aquellos corrales en nochebuena, llenos de buenas personas, mucho más humanizadas que hoy, que pasando muchas fatigas, eran felices reuniéndose y cantando un villancico junto a un plato de pestiños y una copa de aguardiente. A aquella gente le cantó El Pali, a los donantes de flores y a sus cigarreras, a los que bebían una copa de Rute con su pasita en el puesto de Vigil, a aquellos que jugaban al rentoy en veladores de mármol y celebraban las bautizos con barbos en adobo escuchando un pianillo o se quitaban las penas con vino peleón.

Nosotros somos los herederos de ese legado que no tiene fronteras, somos herederos de esas tradiciones transmitidas de padres a hijos, que nos hacen a todos los palistas, auténticos protagonistas de nuestra historia.

Viva el Pali!!! y Vivan sus Palistas!!!, 
fieles escuderos de una tan noble causa.