Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

lunes, 24 de enero de 2011

Mis recuerdos cofrades


Mis sentimientos de cofrade sevillano, correcaminos de calles y plazas, de salidas y entradas, de aprendizaje exhaustivo, desde mi niñez, del “qué” y del “cómo” deber hacer con todo aquello que Sevilla atesora y guarda con mimo, me trae al recuerdo aquella madrugada santa de la mitad de los 50, cuando apostado en la cuesta de Placentines, junto a mi abuela, sencilla y humilde utrerana de rodete y eterno vestido negro o hábito morado con amarillo cíngulo, esperábamos en una muy holgada hilera de sevillanos, el paso de la cofradía del Silencio.

Aquel era mi primer encuentro con la Antigua y Primitiva Hermandad de Nazarenos.
Allí la conocí, casi frente al bacalao de esquina con Francos… Allí supe por mi tío – abuelo Rafael, simple obrero de la Fundición que vestía sariana azul de trabajo hasta los domingos, que aquella vieja cofradía era llamada en tiempo lejano “la de las Cruces”, porque cada hermano tenía una Cruz en su casa que solo sacaba para su estación de penitencia… Allí contemplé que no había mayor porte de seriedad en un cortejo procesional como el que ya presenciaba.

Allí aprendí que la Cruz de Guía del Silencio es la Santa Cruz en Jerusalén y que no solo va abriendo el camino de la “madrugá” del Viernes Santo desde que sale del portalón de San Antonio cortejada por verdes fontanas de agua de azahar con tan singular aroma que solo Sevilla tiene ese olor tan deliciosamente suave y refrescante de todas las primaveras de la tierra, sino que va destapando, con su ejemplar séquito, el tarro de sus irrefutables esencias:
Firmeza y consistencia, excelencia y finura, esmero y meticulosidad, armonía y equilibrio, boato y fastuosidad, empaque y señorío, historia y tradición, sigilo y mesura, oración y silencio, fe y silencio, penitencia y silencio; y por supuesto, silenciosa apostolización de ejemplaridad exclusiva.
Allí me di de cara con Él, abrazado a su cruz, mirándome con ternura y estremeciéndome hasta el alma… Mis seis años de existencia se imanaron de fe ante la luz de su mirada redentora… Abuela, yo quiero ser nazareno del Silencio… Tienes que ser mayor, Pascual, aquí no salen niños… De nuevo, busqué sus ojos, pero ya se alejaba… Entonces me dije: Yo seré nazareno de la Madre y Maestra.

Una ilusión infantil convertida en realidad hace una treintena larga de años, los mismos que me enorgullecen por sentirme realizado como nazareno del Silencio, nazareno del Nazareno por antonomasia de Sevilla, del que deriva el nombre que se aplica a todos los cofrades y penitentes del mundo.

Nazareno de la primera corporación en el mundo que hace constancia en cabildo de 29 de Septiembre de 1615 del voto y juramento de la defensa, “con la sangre de sus hermanos, sí preciso fuere”, del Misterio de la Inmaculada Concepción de María, razón por la que el Papa León XII, Bula de 8 de Agosto de 1828, concede el privilegio de ostentación del escudo pontificio sobre ocho cirios de la candelería del palio de la Inmaculada.

Y saberme escoltado, bajo mi negro ruán de túnica de cola, entre el Nazareno que seguí desde niño y María Madre en su advocación de Concepción Inmaculada, era -como es- la guinda que colmaba el pastel de mi sevillanía, una condición especial que integra un gran arraigo de devoción mariana.

Con pecado y sin pecado
uno afirma y otro niega.
Yo pongo el sin a mi lado
y ponga la gente ciega
aquel con desatinado.

Que aunque más ladre el mastín
a la Pura Concepción
diciendo con, con sin fin
¿Qué importa que diga con
si fue concebida sin?
Seguro que yo, de haber existido en los siglos XVI o XVII, hubiera escrito coplas similares a las que integran la glosa poética de Miguel del Cid, sin duda el más hermoso comunicado para todo el mundo católico en pro del misterio de María Inmaculada, recogido en un minúsculo libro de 1615.
Pero no nací en la época en la que el gran escritor, que popularizó al pícaro Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán era hermano mayor de los nazarenos hispalenses… Nací bastante después, 1950, el mismo año que la gubia de Sebastián Santos Rojas dio a luz, la bella imagen de María Santísima de la Concepción… ¡Que guapa eres, Madre!

Seis años más tarde, yo estaba allí, ¿os acordáis?, junto a mi abuela en la cuesta de Placentines cuando me di de cara con Él… Imborrable recuerdo que guardo con celo en el cofre de mis vivencias.

Por eso ahora estoy convencido que desde aquel día estaba escrito que yo formaría parte de la legión de nazarenos juglares que, de pueblo en pueblo, van cantando coplas vestidas de penitencia y pasión…

Ya viene Jesús, llevando su Cruz
que mira hacia el cielo,
Silencio, Silencio, Jesús Nazareno.

Pascual Gonzalez.
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domingo, 9 de enero de 2011

50 Años del Renault 4

En 2011, el popular Renault 4, conocido como R4, 4L o como “cuatro latas” en nuestro país, cumple 50 años desde que se presentara en el Salón de París de 1961 para fabricarse desde ese mismo año hasta 1992. Un periodo en que se montaron 8’13 millones de unidades, producidas en 27 países y vendidas en cerca de 100. El R4 es uno de los primeros modelos que se hicieron en la planta Renault de Valladolid, en 1963, no en vano, este automóvil se hizo enormemente popular por su asequible precio y su versatilidad, pues lo mismo servía para el trabajo por su capacidad interior y robustez, como para viajar toda la familia o circular por el campo. De hecho, fue el primer todoterreno que conocieron muchos. Lo superaba todo y llegó a participar en el París-Dakar de 1979, con una versión 4X4 que quedo en tercer lugar.
Diseñado pensando en asumir unos costes ajustados y un bajo consumo, Renault concibió el R4 para competir con el Citroën 2CV y lo dotó de un estilo y soluciones diferentes a sus modelos de entonces, el Renault 4CV o el Dauphine, con tracción y motor delanteros y suspensión de barras de torsión. Fue el primer vehículo de gran serie con una quinta puerta y que incorporaba circuito de refrigeración y engrases sellados. Además, durante años fue el coche de la Guardia Civil española. Sólo las nuevas normas anticontaminación europeas pudieron con él, aunque se siguió fabricando en la antigua Yugoslavia, hasta que la guerra de los Balcanes destruyó la fabrica.
En Colombia, donde también tuvo un espectacular éxito, se mantuvo la producción con piezas enviadas desde Yugoslavia. En España hay un club de apasionados de este modelo, considerado yá un cotizado clásico, con más de 600 socios.