Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La liturgia de la tapa.

Avenida de Hytasa nº 71 (Sevilla)

Estamos sin duda, ante “El Bulli del Barrio del Cerro del Águila”; Simún tapas es un bar muy especial no sólo por sus viandas, que sin duda son magníficas, sino también por el local, el sitio, la forma de llevar el negocio, etc.
Simún tapas es una bar de dia y otro muy distinto cuando llega la noche, me explico, por el día es un típico bar de barrio que vive de los desayunos, tapas y comidas al uso que regenta Paco Muñoz desde hace más de 40 años, pero por la noche su cocina se transforma desde hace unos meses por obra y gracias de su yerno Pablo Jimenez y de su trouppe Jose Luís y Raquel que lo convierten en un bar de tapas creativas, moderno en el que podemos deleitarnos con sabores y texturas totalmente diferentes, incluyendo actuaciones de artistas del flamenco y de la canción española.
Esta otra personalidad del local hace que afloren los vientos más vanguardistas de nuestra cocina andaluza actual. Pero esta gente ¿quienes son? Pues aquí es donde viene lo mejor, resulta que son grandes profesionales que han trabajado en puestos de responsabilidad en grandísimos restaurantes, como Martín Berasategui o Tragabuches en Ronda o lo que es lo mismo, han bebido en las mejores fuentes.
Cambian sus tapas por temporada y de entre sus tapas fetiches como ellos dicen, os puedo nombrar el paté de perdiz con picos y regaña, la presa ibérica, el arroz cremoso de setas y parmessano, los montaditos-hamburguesas de secreto ibérico, los tallarines de chipirones en su tinta con ajo blanco, Brocheta de pollo asado con terrina de patata y bacon, los huevos rotos con chorizo, la ventresca de atún, el cucurucho de lagartito Ibérico y de postre: Migas con chocolate y poleá de hierbabuena etc.
Bueno, un sitio para comer con mayusculas, lo peor, como casi siempre que hablamos de buenos bares es que al tener mucha demanda, cuesta trabajo conseguir mesa, pero se pueden reservar con antelación. Bon appetit. 

sábado, 6 de noviembre de 2010

La venta de los gatos.

Desde la Puerta de la Macarena hasta el Monasterio de San Jerónimo, hoy llamada Avenida Sánchez Pizjuán, existió desde el siglo XVIII una famosa venta llamada "Venta de los Gatos", próxima a la orilla del río Guadalquivir. Era un lugar frecuentado por la vecindad sevillana en las tardes de los días de fiesta para merendar y para que los mocitos jugaran por aquella pradera, o se cantaba y se bailaba. Gustavo Adolfo Béquer, célebre poeta del Romanticismo, estuvo en esa venta por el año 1854, y cuenta que admirado por la belleza de una joven que estaba cantando en un animado grupo, sacó su cuaderno y su lápiz e hizo un pequeño retrato del rostro de aquella moza, regalándoselo después al novio de ésta. Supo que la muchacha se llamaba Amparo y que habiendo sido abandonada cuando era un bebé, fue recogida por el dueño de la Venta, padre del muchacho, y que al hacerse mayores se enamoraron y pensaban casarse próximamente.
Gustavo Adolfo Béquer se marchó a Madrid durante varios años, y regresó a Sevilla con el deseo de pasar una tarde campestre en la Venta de Los Gatos. Pero durante su ausencia las cosas habían cambiado, aquel largo prado que se extendía por la Macarena y hasta San Jerónimo había dejado de ser lugar de recreo para convertirse en el fúnebre recinto de los muertos, pués se había construido allí el Cementerio de San Fernando. La Venta de los Gatos había perdido su bulliciosa concurrencia, al regreso de los entierros se detenían allí los cocheros fúnebres y los cortejos de acompañantes tristes y llorosos para reponerse del mal trance. Béquer entró en la Venta y preguntó al dueño por aquella muchacha que había retratado años atrás y por su novio, de quién el poeta se hizo amigo poco antes de partir a Madrid. El ventero le contó la triste y romántica historia de aquel amor:
Pensando ya en casarse, Amparo y su novio estaban un día en la Venta cuando aparecieron dos señores que se interesaron por la muchacha, preguntando por su edad, fecha de nacimiento y fecha en que fue recogida. Aquellos dos señores se dieron a conocer , la niña había nacido fruto de los amores clandestinos de cierta Dama sevillana, la cuál, a pesar de abandonar a su hija había seguido vigilándola todos aquellos años, y ahora al cambiar sus circunstancias reclamaba a su hija para tenerla consigo. La oposición del ventero no impidió que los tribunales devolvieran a Amparo a su madre. Lo peor era que la madre no quería que Amparo se casase con aquel muchacho humilde por lo que no le permitió ningún tipo de comunicación con su novio ni con sus padres adoptivos, pensando que así le olvidaría. Debido a esto Amparo fue perdiendo su alegría y su salud, pués le habían quitado su vida alegre y sencilla. Así enfermó de tuberculosis mientras que su novio lleno de tristeza había perdido el interés por la diversión, sólo salía a pasear por el cementerio abismado en melancólicos pensamientos.
Un día, presenciando un entierro, al efectuarse la ceremonia, abrieron el ataúd para que los familiares del difunto se pudieran despedir por última vez, el muchacho se acercó y vio con inmenso dolor que el cuerpo de aquel ataúd era el de su amor, Amparo. El muchacho dio un grito y cayó al suelo de un desmayo y cuando se despertó había perdido la razón. Su padre, el ventero, no consintió en llevarlo al manicomio, pero preparó una habitación en la Venta y allí fue recluido. Se había convertido en un loco pacífico con la única obsesión de su amor desgraciado, pasaba los días llorando o cantando alguna canción cuyo argumento era siempre el mismo, recordar a su amor Amparo.