Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Siete días en la "Gloria".

Desde el principio de los tiempos feriales, la alegría ha sido el elemento básico y fundamental de las Casetas de Feria. Cuentan las viejas crónicas que el Ayuntamiento montó las primeras casetas en el Prado en 1848 (justo dos años después de su nacimiento), con la idea de vigilar el trato de los mercaderes de ganado, y que a poco de su creación, eran más conocida por el buen ambiente festivo que allí reinaba, que por la labor de vigilancia en sí, para la que fueron creadas.
En sus 163 años de existencia, la Feria de Abril ha albergado gran infinidad de casetas con muchísimo arte y gracia, de la que hoy destacaré, una de ellas que aunque perdida en el tiempo, todavía quedan en la memoria de muchos sevillanos: La caseta “Er 77”.
“Er 77” fue fundada en 1927 en la Feria del Prado por dos míticos personajes sevillanos dignos de mención, como fueron “El Marques de las Cabriolas” (sevillano polifacético de gran personalidad y buen  humor a raudales)  y “El Conde de las Natillas” (maestro repostero de la Confitería La Campana), fundadores también de la Peña humorística del mismo nombre; a ella pertenecieron también figuras de la vida social de la época como el pintor sevillano Braulio Ruíz más conocido como “Caballete”, “El Maestro Currito”, "El Poeta" o  Rafael Belmonte (hermano del Pasmo de Triana).
Su nombre proviene del número del solar que el Ayuntamiento le asignó para su instalación en el Real del Prado. La gracia y el ángel  de sus socios y sus genialidades más disparatadas, se derramaban en una caseta de leyenda. Tenía reservado el derecho de admisión, en ella estaba prohibido el baile agarrado (propio de la época) y sólo se podía cantar sevillanas y cante flamenco, jamás recibió ningún premio y, en ella, se difundían sentencias como esta: “Bebe bien hasta jartarte, que hay litera paí acostarte”, máxima que respondía a la más pura verdad, ya  que en la trastienda había literas para que los socios durmiesen la “mona” .
Fue famosa por la forma en que se dispensaba el vino; estaba en un pozo, en medio de la caseta, llamado “Pozo del Mollate” de donde se sacaba en un cubo. Su ingenio llegó a los extremos de hacer del traslado del piano que tenían en la caseta, toda una ceremonia, quienes participaban en ella pagaban y esos fondos se destinaban benéficamente al Sanatorio de San Juan de Dios.

Por tener tuvieron un ratódromo, montaron una Vespa con elementos sanitarios e incluso llegaron a publicar una revista. Fue en esta mítica caseta de Feria donde se gesto la idea que los días de Feria que caían en el mes de Mayo fueran denominados 31 de Abril, 32 de Abril, 33 de Abril, 34 de Abril etc.
“Er 77” cobró fama incluso fuera de Sevilla, hasta el punto que en la Feria de 1930, la Reina Victoria Eugenia, penetra en la misma sin desmontar de su caballo, al ser invitada por el Marqués de las Cabriolas a una caña de manzanilla y aceitunas gordales, tal y como comprobamos en la fotografía, llegando a creer incluso la Reina, que verdaderamente se trataban de aristócratas sevillanos de alta alcurnia, los que tenía en la caseta como anfitriones.
Memoria de una Sevilla que se fué, para nunca más volver, en el que la picaresca competía con el encanto y el duende que rebosaba por sus calles y que como sentenció nuestro querido Pali q.e.p.d.: - "Sevilla tuvo hace años, una gracia pajolera, que hasta se morían de risa,  Los Hércules de la Alameda". En definitiva, un tiempo colmado de arte, servido en bandeja de plata.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La liturgia de la tapa.

BAR ESLAVA
C/ Eslava, 5
Sevilla

Hoy os recomiendo uno de los santuarios más conocidos y emblematicos por lo amantes de las tapas en Sevilla, se trata del Bar Eslava, que regentan Sixto Tobar y Rosa María Borja. Ellos, un matrimonio volcado en el entramado gastronomico sevillano, que adora su trabajo y hacen que el personal "goce como un enano" en su bulliciosa barra.
Desde 1996, su cocina se basa en la calidad de los productos traídos frescos a diario, pero también en la innovación, todos sus platos tienen su sello pero no pertenecen a ninguna escuela.
La pizarra de tapas anuncia un repertorio amplio, original y lleno de contrastes, en ella, podemos probar tapas de la cocina tradicional andaluza con toques de modernidad y buena elaboración: costillas a la miel, boquerones rellenos, struedel de verduras, judiones de la granja, salmorejo de increíble textura etc ... todo ello regado con una carta de vinos bastante amplia y bien aseada; en definitiva, todo está para chuparse los dedos y a unos precios bastante razonables.
Está situado en el céntrico y señorial barrio de San Lorenzo, muy cerca de la basílica del Gran Poder. El local normalmente siempre está lleno, tan sólo posee 6 o 7 mesas, pero la espera vale la pena.

Encontrar mesa es complicado, aunque olvidar un almuerzo en Eslava, es aún más.